RESEÑA: Memorias de una Geisha (2005), el destino de una mujer con ojos como el mar

El misterio que hay detrás del mundo de las geishas siempre ha causado una gran fascinación en Occidente. Así que no es de extrañar que cuando salió a la luz el libro (y más tarde su película), “Memorias de una geisha” tuvo gran popularidad alrededor del mundo.

Si deseas conocer un poco más de estas jóvenes mujeres envueltas en trajes de seda y maquillaje particular, cuya vida gira alrededor de supersticiones, danzas enigmáticas, suaves piezas de música instrumental, ceremonias de té y el arte de la conversación; entonces te invito a seguir leyendo.

Fantasía, destino y labios color carmín

La historia de “Memorias de una geisha” nos la cuenta Chiyo, una pequeña de nueve años que es vendida junto con su hermana mayor Satsu debido a que se padre es un pescador muy viejo y pobre. Los inusuales ojos grises de la niña la hacen lo suficientemente atractiva para terminar en una casa de geishas, mientras que su hermana termina con la peor de las suertes en un prostíbulo en el distrito rojo de Gion.

En la casa de geishas Nitta, Chiyo empieza a ser adoctrinada para convertirse en aprendiza y toma clases de baile, instrumentos musicales y otras actividades artísticas para poder entretener a los hombres como una pieza de arte humana. Al mismo tiempo, realiza actividades domésticas en su hogar temporal a modo de pago por la ropa, comida y educación que le están proporcionando.

Sin embargo, su natural rebeldía y la potencial competencia que representa para la geisha estrella de la casa (Hatsumono) la hacen caer en diversas dificultades que truncan su futuro casi de forma permanente. Es gracias a un encuentro inesperado con un personaje llamado “Presidente”, que Chiyo encuentra un nuevo propósito, identidad, aliados y enemigos que marcarán su destino.

Chiyo conociendo al Presidente. Película Memorias de una Geisha de Rob Marshall.

El escritor estadounidense Arthur Golden publicó en 1997 la novela “Memorias de una geisha” luego de recopilar arduamente varias entrevistas con diversas mujeres de la profesión. Pero para hacer más atractiva la redacción, decidió crear un mundo ficticio lo más apegado a la realidad para dar una ventana al lector sobre la vida que llevaban las geishas en privado.

La obra estuvo por dos años en la lista de best sellers del New York Times y fue traducido a 32 idiomas, pero no sin algunos escándalos (típico). Golden fue demandado por la geisha Mineko Iwasaki, una de las fuentes base para la novela, por distorsionar lo que era su trabajo, exponer personajes de su vida y por no proteger su anonimato en la participación del escrito.

El autor había cometido el error de escribir su nombre y mencionarla en diversas entrevistas (el discreto, le dicen), lo que le provocó a Mineko duras críticas y hasta amenazas de muerte por haber roto el código de silencio que existe entre las geishas sobre sus clientes. Ambas partes lograron llegar a un acuerdo amistoso fuera de la Corte.

Una visión de seda y música

Luego de un debate entre directores (estilo los “Juegos del Hambre”), la película de “Memorias de una geisha” llegó a los cines en el año 2005 bajo la visión del aclamado Rob Marshall (“Chicago”) y con la producción de Steven Spielberg.

Una decisión acertada si consideramos que se llevaron tres de las seis nominaciones al Óscar: por Mejor Fotografía, Mejor Dirección de Arte y Mejor Diseño de Vestuario. Una lástima que no se haya llevado ningún premio por la conmovedora música, a cargo del compositor John Williams y con la participación del chelista Yo-Yo Ma (“Si decido quedarme”) y el violinista Itzhak Perlman.

Para tratar de hacerle justicia al libro, el enfoque del director fue más una impresión del tiempo de las geishas de los años 30, que una representación de la realidad. En sus propias palabras, Marshall menciona que podría considerar a estas mujeres como “famosas fashionistas” (bueno, hay que darle algo de crédito al hombre, le quedó bonita la película).

Es por eso que la producción se tomó ciertas libertades artísticas sobre el peinado, arreglo y maquillaje de todo el elenco, otorgándoles un estilo único a cada uno de los personajes. Por ejemplo, los mechones sueltos y el atuendo llamativo de Hatsumono (Gong Li) eran para demostrar su rebeldía y personalidad caótica, contraria a la compuesta y estructurada Mameha (Michelle Yeoh).

Hablando de los actores, un aspecto que causó algo de debate entre los medios y el público fue la selección del reparto principal femenino en el que Sayuri, Hatsumono y Mameha fueron interpretadas por actrices chinas, en lugar de japonesas.

Sin embargo, la misma protagonista que le da vida a Chiyo/Sayuri Nitta (Zhang Ziyi) y el Presidente (Ken Watanabe) defendieron su posición de que “el talento para interpretar un papel es más importante que la nacionalidad”. Mismo que fue aplaudido por otros actores del medio como Sandra Oh (Cristina Yang en Grey’s Anatomy).

Por mi parte, si bien se tomaron algo de libertades con los tiempos para poder meter todas las 551 páginas del libro en una película, no fue hasta cuando vi el filme que noté algo bastante incómodo entre tanta belleza visual y sonora. Y aquí voy a incurrir en spoilers, así que, están avisados.

Chiyo (Suzuka Ohgo) tenía nueve años cuando conoció al Presidente (Ken Watanabe) y ella se encariñó con él porque fue la primera persona amable que la trató como si importara, de ahí que la niña deseara ser una geisha para poder estar de cualquier forma con el tipo. Y luego sabemos que el hombre (de unos 30 años) había mandado a Mameha para que ésta ayudara a la niña a ser la mejor maiko (aprendiz) y así él pudiera volverse su danna (protector) y tenerla.

Pero si lo ponemos en un contexto algo…turbio… ¿esto no podría ser considerado como grooming? Entiendo que se trata de vender una historia de amor, pero siento que Arthur Golden está ofreciendo un concepto que califica como engaño pederasta. Y si es así, puedo entender de dónde viene el malestar de la geisha que lo demandó, porque basó fuertemente la novela en su vida.

Por otro lado, debemos tener en claro que “Memorias de una geisha” (libro y película) son una visión demasiado occidental de lo que es una geisha verdadera. Un concepto diseñado para ser atractivo para las masas gracias a la trama y el desenlace de sus personajes, que tienen cualidades y defectos por igual.

Pero en caso de que desees conocer lo que es una verdadera geisha, la mismísima Mineko Iwasaki escribió su autobiografía para hacerle frente al libro de Golden con el título “Geisha, una vida” (“Geisha, a life”). En él describe sus experiencias desde que fue una aprendiz hasta que se convirtió en una de las mejores geishas de Japón. Búscalo, no te arrepentirás.

Daphne707

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